TEXTO: MANUEL MORENO
TOLEDO. La mirada de Nicolae transmite tristeza. Es rumano y tiene 36 años. Vive con su mujer y sus dos hijos, menores de edad, en un piso alquilado en la urbanización Tres Culturas, una de las poquísimas zonas residenciales que existen en Toledo en las que los discapacitados en silla de ruedas pueden moverse con menos dificultades.
Nicolae paga el alquiler (550 euros) con el sueldo que su esposa, Daniela, gana trabajando en una residencia de ancianos (710 euros al mes). Con lo poco que les sobra, intentan hacer frente a la luz, el agua, la comida y la ropa, pero es imposible que lleguen a fin de mes. Sobreviven con la ayuda que les dan Cruz Roja, la Iglesia Evangelista y Yolanda Martín Gutiérrez, «una persona maravillosa», a la que están especialmente agradecidos.
La historia más reciente de Nicolae es una más del inmigrante que llega a España para labrarse un porvenir, pero se encuentra con una realidad que da miedo. Nicolae, camionero en Rumanía durante 15 años, se quedó
parapléjico el 4 de agosto de 2006 en una granja de Iniesta (Cuenca), donde trabajaba sin contrato para su patrón -así se refiere a él durante la conversación con ABC- por 600 euros al mes. Nicolae estaba en lo alto de un camión sin ningún elemento de seguridad, terminando de cargarlo de paja junto al hijo del jefe, cuando pisó mal y cayó al suelo. Llevaba mes y medio explotado, aunque cuenta que su patrón le había prometido «arreglar los papeles» y subirle cien euros el salario. Todo se torció.
«Sentía como termitas»
Lejos de auxiliar rápidamente a Nicolae, que se retorcía de dolor en el suelo, el patrón y su familia sólo pensaron en lo que se les venía encima. A pesar de sus lamentos -«me tocaba las piernas y sentía como termitas»-, el único interés del hijo del jefe era poner a Nicolae en pie, «pero yo ya sabía que tenía la columna rota». «Le suplicaba que llamara a la ambulancia, porque ya respiraba con mucha dificultad, pero él me decía que no sabía dónde tenía que llamar». Llegó a arrastrar a Nicolae por el suelo unos dos metros, lo que provocó que los dolores en el abdomen se agudizaran y, posiblemente, también la lesión.
En la escena apareció la mujer del patrón, que junto con su hijo limpiaron a Nicolae toda la paja que tenía desperdigada por la ropa para simular que no estaba trabajando cuando ocurrió el accidente. Tal era la obsesión de la familia del jefe por ocultar la verdad, que intentaron arrastrar a Nicolae hasta la carretera que pasaba cerca de la granja para que una ambulancia lo recogiera. Al final, entre el patrón (el último en aparecer), su mujer y su hijo lo metieron en un coche (Daniela, la mujer de Nicolae, suspira al escuchar el relato).
Nada menos que tres horas pasaron después del accidente hasta que trasladaron al herido al centro de salud de Iniesta, que lo derivó inmediatamente al hospital de Albacete por la grave lesión que se atisbaba. Ya a las puertas del hospital, el patrón conminó a Nicolae a que mintiera: «Dí que te has caído de una escalera, porque nadie se va a creer lo del
accidente laboral». Nicolae le aseguró que estuviera tranquilo, que no contaría la verdad.
El trabajador rumano vivía de alquiler en Iniesta con un compatriota, después de una larga temporada por el sur de España. Su familia estaba en Rumanía. Fue el compañero de piso quien dio la trágica noticia a Daniela por teléfono. El mundo se le vino encima a esta joven mujer de ojos claros. Viajó inmediatamente a España para estar al lado de su marido y luego llegaron los niños, en febrero.
Visita en el hospital
Nicolae estuvo ingresado en el hospital de Albacete cinco semanas. Allí mintió a todo el que le preguntaba los motivos de su lesión. Y siguió manteniendo la falacia en el
Hospital Nacional de Parapléjicos. Nicolae tenía miedo, pánico a lo que le pudiera hacer su patrón, que no dejó de visitarlo en el centro de rehabilitación de Toledo. Pero no por humanidad, sino para asegurarse que su empleado sin contrato no iba a contar la verdad. Después del accidente, el jefe le prometió que no le faltaría de nada ni a él ni a su familia. Y como prueba le pagaba mensualmente los 600 euros que tenía de mísero sueldo.
Fue precisamente en
Parapléjicos donde Nicolae cambió. «Allí me abrieron los ojos», afirma. Pocos, por no decir casi nadie, se creían en el hospital que Nicolae se hubiera causado esas gravísimas lesiones cayéndose desde una escalera. El día que habló con un compatriota también
lesionado medular fue definitivo. Nicolae decidió dar un paso adelante y denunció a su patrón cuando el plazo legal estaba a punto de expirar. Su jefe no volvió por el hospital.
Ahora Nicolae espera el juicio, que se celebrará el 7 de septiembre. Aspira a lograr una
indemnización, «porque no puedo tener una pensión, ya que no llevo 5 años en España», asegura. Pero tendrá que demostrar que trabajaba para su patrón. Y no será una tarea fácil.
Fuente:abc.es